lunes, 24 de septiembre de 2012

The Roman Show

Hace ya tiempo que vengo alimentando una loca idea que me revuelve la conciencia y desconcierta constantemente. Día tras día se fortalece, erige sus cimientos bien adentro y me impide disfrutar esa libertad que todos deseamos tener.
       No puedo decir, sin embargo, que no haga lo que quiera hacer con mi vida, pero sí siento que en realidad, todo lo que hago es lo que alguien más espera que haga, lo que muchos otros esperan que haga. Es increíble, pero esa sensación de permanente vigilancia es indisoluble y no creo falte mucho para que comience a condicionarme.
       Cualquiera que lea ésto se preguntará qué clase de estupefaciente consumo frecuentemente, o en qué instituto me encuentro en la actualidad, pero la verdad es que estoy en mi casa, aparentando libertad, con un desasosiego terrible.
       Inexorable será, si realmente está pasando algo más allá de mi entender, comprender la verdad por falencias propias de terceros que me permitirán alcanzar la libertad pretendida, pero no estoy para profetizar nada. Espero con ansias ese día, eso sí.
       El inexplicable fluir de ciertas cuestiones en mi vida despierta en mi cabeza una necesidad de conjeturar con temerosa imprecisión, creando improbables teorías. Con ésto me refiero, claro, a situaciones supraracionales, a momentos de dudosa fachada actoral, de accionares indiscretos, de conocimientos inentendibles. Las personas conocen verdades que jamás di a conocer. Las personas, a veces, se dirigen a mí como si se tratara de alguien especial, diferente, cuando apenas me conocen. Sentencias de sopetón, de personas inesperadas me hacen dudar de mi propia existencia.
       La paranoia es inevitable, e intolerable en cierto modo, haciéndome reflexionar permanentemente sobre mi vida, sobre mis formas, mis acciones, mi yo. Ese yo que carece de soberanía, que no puede sincerarse consigo mismo por no saber qué pasa aún por fuera. Es entonces cuando me invade la depresión, esa que tratamos de desdeñar pero que finalmente se apodera vilmente de nosotros con total brutalidad.
       Voy a intentar, aunque cueste, seguir adelante, olvidar y volver a olvidar mi locura, aguardando extasiado la espontánea llegada de la verdad.

viernes, 21 de septiembre de 2012

Analízame

Creo que todos pasamos por una etapa en la vida donde, en contraste con otras, nos urge la necesidad de algo más.
        Muchas veces sucede que estamos totalmente perdidos, que hacemos y hacemos pero no estamos satisfechos. Y eso frustra. La condolencia fraternal del entorno probablemente no sirva de mucho y uno quiera saber qué carajo está pasando.
        Es por eso que uno persiste, tratá de buscarle la salida a ese espiral de insatisfacción, experimentando y formándose como ser humano. Pues eso no es suficiente.
        No obstante, hay casos peores, sí. Esos en los que ya encontramos la salida pero no sabemos cómo alcanzarla. Las herramientas de las que disponemos son de lo más inútiles y uno, lamentablemente, vuelve a frustrarse, y esta vez sí duele. Mucho.
        Estoy ahí, balanceándome, sacudiendo las patas al borde del precipicio, amagando, evitando la caída por tener los brazos en alto. Algunos me juzgan, calificándome como antipático, desabrido, desinteresado. Algunos no saben quién soy, cierto. Lo que sucede es que a algunos no los quiero, no los siento, no los veo. A algunos los amo incondicionalmente con todo mi ser, y eso no se puede juzgar.
        Aquí la cuestión. Aquí la salida. Esa salida que ya encontré, pero que no puedo alcanzar. La que me frustra, al mismo tiempo que me motiva. Al mismo tiempo que me ayuda a levantarme todos los días y que me escupe de frente un "Flaco, es ella". No lo creí. Me resistí pero creo que tenía razón. ¿Y ahora qué?
       ¿De qué se trata ésto? ¿Qué tengo que hacer? ¿Qué puedo hacer? Creo que podría hacer cualquier cosa, pero a veces cualquier cosa no sirve. Me pongo a pensar. ¿Para qué? Entonces es ahí cuando uno se plantea dejar fluir las cosas. Basta de novelas. La vida hace las veces de dique y somos nosotros los que lo tenemos que voltear. Vuelvo a pensar.
       Es el día de hoy en que todavía no llegué a nada, sigo dando vueltas sobre lo mismo y empiezo a creer en Buda. No, mentira. Yo no soy así. Pero quizá él podría ayudarme. Yo no estoy preparado pero sé y quiero darlo todo, porque esa es mi esencia, la que nadie puede ni quiere ver. Cuando me entrego, me entrego (that's what she said). ¿Alguien lo entenderá alguna vez?
       Te siento demasiado, me pone infinitamente feliz abrazarte, besarte, escucharte, ayudarte (aunque no me dejes), VERTE. Eso, verte. Te veo y comprendo lo maravilloso que es vivir. Sos lo que estaba buscando, esa salida, ese escape de lo marginal, que se trepaba al primer plano a falta de lo más importante: vos. Te encontré, ahora es imperante alcanzarte. Todavía no sé cómo. Ojalá me ayudes.

Dejo ésto, vuelvo a las cosas poco importantes. Pero con vos, siempre, siempre, en mi alma.



miércoles, 19 de septiembre de 2012

Queens Of The Stone Age

Me siento mal por no haber compartido acá, en este lugar que me sirve de descarga ambivalente, algo tan maravilloso como la reinas de la edad de piedra.

Recostarse, con alguna infusión, cigarrito (vale todo) en mano y disfrutar de lo que el artista tiene para ofrecerme es uno de los grandes placeres de la vida y a veces, uno se lleva sorpresas más que gratas.

Por ello, y sin ganas de andar dando muchas más vueltas, me veo obligado a dejar virtual constancia de la grandeza que tiene eso que todos disfrutamos día a día, con mayor o menor frecuencia, que comúnmente se conoce como "música" aunque personalmente prefiera llamarlo "vida".

Aquí, la discografía de los pibes, los cuasistoner QOTSA.

Aclaración: El split con Kyuss lo considero parte de la discografía de Kyuss, a la espera de su lugar en este espacio chocarrero.

Queens Of The Stone Age on last.fm































martes, 18 de septiembre de 2012

Un loco lindo

El señor Porcel entró a una ferretería y le dijo al empleado:
         -¿Tiene algo para medir una repisa?
         -Sí, cómo no -le respondió el empleado enseñándole un metro-. Tengo este metro.
         -No, no, me sobra -respondió el señor Porcel-. La repisa mide ochenta centímetros. ¿No tendría un metro que mida ochenta centímetros?
         -¿Un metro que mida ochenta centímetros? -interrogó confundidísimo el empleado-. No, no tenemos.
         -¿No podría cortarme este metro? -insistió el señor Porcel-. Córtemelo a los ochenta centímetros.
         -No se puede -balbuceó el empleado-. ¿Por qué no lleva todo el metro?
         -¡Porque me sobran veinte centímetros! ¡Porque me sobran veinte centímetros! -gritó el señor Porcel perdiendo la paciencia-. ¿Cuántas veces quiere que se lo diga? ¡Me sobran veinte centímetros! ¿Podría decirme dónde puedo comprarme un metro que mida ochenta centímetros?
         -No hay -tartamudeó coloradísimo el empleado-. El metro mide cien centímetros.
         -¡Valiente descubrimiento! -chilló el señor Porcel-. Ya sé que el metro mide cien centímetros, pero da la casualidad que mi repisa mide ochenta. De manera que está claro que me sobran veinte centímetros. ¿Se puede saber qué hago con los veinte centímetros que me sobran?
        -Pero es que yo...
        -¡Pero es que usted es un imbécil! -bramó el señor Porcel-. ¿Va a decirme ahora que no hay nada para medir una repisa de ochenta centímetros? Sepa, caballerito, que como está la vida de cara yo no voy a desperdiciar veinte centímetros. ¡Pobre país! Veinte centímetros por allá, veinte centímetros por acá y terminamos arruinados. Pero ya que usted no me lo quiere vender, lo compraré en otro lado.
    Y el señor Porcel se alejó furioso, entró a un hospital y le dijo a un médico de guardia:
        -Venía a verlo porque tengo una espantosa indigestión de frutillas.
        -¡Pero si ésta no es la época de las frutillas!
        -Bueno. Entonces volveré otro día.

lunes, 17 de septiembre de 2012

El templo del culo perfecto

Nuestra idea del culo es, además, una particularidad nacional: no sé de ningún otro castellano -ni España ni América latina- donde 'tener culo' suponga los favores de fortuna. Habría que descubrir de dónde viene; por el momento, la tarea me excede. Lo cierto es que el lugar del culo en la cultura nacional es relevante.
Meterse algo en el culo puede ser malgastarlo, si es uno mismo el que se lo propone, o despreciarlo, rechazarlo si es otro el que te insta a que lo hagas. El culo, en argentino, da para todo: pocas palabras hay que digan tanto. Si nos miran el culo nos desean, si nos lo tocan nos está provocando o despreciando, si nos lo rompen nos derrotan. A veces es brutal y sorprendente, y uno se cae de culo mientras a otros se les arruga el susodicho.
Otras veces, en cambio, se nos vuelve ambiguo: hacer el culo se parece más a deshacerlo y el que culea no lo hace con el culo. Y, pese a tanto homenaje, nos sigue yendo como el culo y nos quedamos con el culo al aire. Algunos dicen, incluso, que eso nos pasa porque no lo movemos lo suficiente.

Caparrós dixit.

viernes, 14 de septiembre de 2012

El espinoso camino del quehacer teórico

El maese Pointer
- "Pointer, no construye usted teorías a medida que avanza en la investigación?"
- "Preferiría encontrar hechos. -respondió Pointer-. Naturalmente, si no hay forma de encontrar un hecho por ninguna parte hay que buscarlo como una teoría."


El fanático
Se cuenta con frecuencia la anécdota de aquel alumno que interrumpió a su profesor en medio de una clase de Teoría Económica y le dijo: "...me sabe mal cortarle así, pero en el mundo real...". A lo que el profesor, sin dejarlo concluir, respondió, herido: "Señor Waldorf, debe usted recordar que el mundo real constituye un caso particular y, por consiguiente, no necesitamos tenerlo en cuenta".

Historia de un desobediente

Allá por el veintiséis
Diputado en el Congreso
Defendía el derecho cívico
De los empleados a sueldo
Excluidos de votar
Con el absurdo pretexto
Que al depender de un patrón
Ataría su pensamiento
En defensa del humilde
Se alzó el verbo de Dorrego.

Del veintisiete al veintiocho
En su gestión de gobierno
Propulsó el federalismo
Que siempre fuera su credo
Y cayó buscando luz
Entre las sombras envuelto
No pudo montar de vuelta
Como lo hizo en Nazareno
Y en un trece de diciembre
Se apagó Manuel Dorrego.