miércoles, 8 de agosto de 2012

Oro para algunos, banderitas estadounidenses para otros

Nada es más indignante que la violencia moral, el más puro accionar dantesco de algunos que se creen los dueños de las almas del mundo. Es triste ver como, desde el kioskero del barrio hasta el más vil "empleado" ferroviario, desde el gerente de Musimundo hasta el siniestro CEO de la Warner se apoderan de todo lo que de alguna manera nos pertenece. La patología de carácter epidémico se disemina y continuará haciéndolo inexorablemente por cada rincón, contaminando la ingenuidad de aquel que nació para vivir. Es inexplicable que se acepte tan sumisamente semejante atentado a la cultura, a la libertad, al derecho a ser y existir, y que se considere sublevación ese cosquilleo en la cintura del diablo.
    Nuevamente la disyuntiva derecho/privilegio nos apuñala por la espalda. Es un privilegio disfrutar de un libro, sumergirnos en la historia que el autor nos quiere contar, tener una vida distinta al menos por un rato? Es un privilegio disfrutar la música que otro hace con devoción para nosotros, para desahogarnos luego de un día difícil, sacar el máximo provecho posible de los sentidos que afortunadamente tenemos? Aflige que no todos estén de acuerdo en que es un derecho.
    Hace mucho tiempo que la esclavitud se erradicó, tosen las gargantas desaforadas de los titiriteros. Los derechos humanos son prioritarios, se oyó decir alguna vez desde el seno de la inmadurez humana. No cabe duda que las lenguas viperinas se extienden cada vez más, nutriéndose de la inocencia del bueno, del ser humano.
    No hubo transición para que sentarse frente al televisor a disfrutar de una simple película se convierta en una prerrogativa ducal. El bolsillo del que menos puede parece no tener fondo y las manos del tío son cada vez más ágiles.
    Es imposible iluminar el lado oscuro escribiendo pero, una vez más, estoy usando la internet para expresarme libremente, para decir y hacer lo que quiero, sin que nadie me cuestione ni me limite. La ausencia de víctimas avala la permisividad dentro del medio, haciéndolo incuestionable. Es su concepto natal. Todos lo utilizamos a diario y , sin escrúpulos, continúa tergiversándose hasta llegar a un punto sin retorno, un punto muerto de insalubre desequilibrio social.
   No tengo más palabras, he gastado las pocas energías que me quedaban hoy y no puedo seguir demostrando el resentimiento y la impotencia que la situación que atravesamos me genera. Son sentimientos inadecuados, impropios del hombre, que estamos obligados a experimentar para entender el porqué de la degradación humana.

Acá, una gota más para nuestro tanque censor, desde allá arriba, el bacanal de opresores que se autodenomina "nación".

Los intereses del tío



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